La muerte es inevitable para todo organismo vivo que habite la tierra. Desde nuestro nacimiento tenemos las horas contadas, pero lo cierto es que a menudo cuando pensamos en la muerte, nos imaginamos mil posibilidades distintas de fallecer. Pese a esto, en la mayoría de los casos el procedimiento en el que un cuerpo deja de funcionar suele ser el mismo.
Según la ciencia moderna, al momento de morir, el cuerpo humano suele perder los sentidos en el mismo orden: primero dejamos de sentir hambre y sed, luego perdemos la capacidad de hablar y después la visión. Mientras que los últimos en desaparecer son los sentidos de la audición y el tacto.
Según Chris Timmermann, psicólogo y neurocientífico que investiga las drogas psicodélicas y es miembro del Centro de Investigación Clínica del Imperial College en Londres, asegura que en base a un estudio con drogas alucinógenas, concretamente con el DMT (Dimetiltriptamina), llegaron a la conclusión de la similitud que existe entre el efecto de estas sustancias psicodélicas y lo que sucede en nuestro cerebro al momento de nuestra muerte.
El DMT es quizás más conocido como el compuesto alucinógeno de la ayahuasca. Este líquido marrón amargo se crea al combinar dos plantas, la vid de ayahuasca y un arbusto llamado chacruna, y las tribus amazónicas lo han usado durante siglos. "Se ha especulado en el pasado que muchas experiencias psicodélicas, no solo DMT sino también LSD, etc., que contienen temas de muerte. Si tuviera que especular, una posibilidad podría ser que el sistema esté alcanzando un nivel tan alto de desorden que la reacción psicológica podría ser, 'Dios mío, me estoy muriendo'”, explica Chris.
Según una paciente que participó del experimento, la sensación que le produjo estas drogas fue la siguiente: “Mi cuerpo ya no parecía relevante y sentí que había llegado a una especie reino diferente al que normalmente habito, incluso en sueños. Parecía que todo giraba, giraba y giraba en espiral. No parecía que estuvieran ocurriendo proporciones normales de espacio-tiempo. Tuve una sensación de paz, un estado de unidad con los otros y con el mundo, tuve la sensación de que tal vez la muerte no es el final, no es que yo sea religiosa”, explica de forma contundente.